Dijeron que un nene la mató por accidente, limpiaron la sangre y escondieron el arma

Natalia Sabán murió hace un mes después de recibir un disparo en la cabeza. La mamá acusa al novio y a su familia: “Si no fueron ellos, ¿por qué ocultaron pruebas y desaparecieron del barrio?”.

Dijeron que un nene la mató por accidente, limpiaron la sangre y escondieron el arma

Por Cosecha Roja
10/01/2020

Ya pasó un mes y la familia de Natalia Sabán todavía no sabe cómo la mataron: la única certeza es que recibió un disparo en la cabeza en la casa de su novio. La familia del chico intentó instalar la versión de que al hermanito de 10 años se le escapó un tiro mientras intentaba descargar un arma. Para Malvina, la mamá de Natalia, esa versión es inverosímil. Tiene motivos para desconfiar: el arma nunca apareció, la escena del crimen fue alterada, la autopsia confirmó que le dispararon a corta distancia y la familia del chico desapareció del barrio tras la muerte. 

Hoy, al cumplirse un mes, la familia encabeza una nueva marcha para exigir justicia por la muerte de su hija. Esta vez se movilizarán frente a la Fiscalía: tienen miedo de que el fiscal intente convalidar la versión de la muerte accidental. 

“Estamos todos mal. Demasiado mal”, dice la mamá a Cosecha Roja. En unos pocos minutos intenta resumir la biografía de su hija: vivía con la mamá, el papá y el hermano en Villa Hidalgo, el barrio de José León Suárez en el que se crió. La música y el baile eran sus grandes pasiones. “Sin música no hacía nada”

Estudiaba danzas en el Envión Comunitario La Colmena. “Es un programa que se hace desde la provincia con organizaciones sociales. La nuestra es una asociación de mujeres”, explicó Margarita Palacios, integrante de La Colmena. 

En octubre cumplió los 16. A partir de las conversaciones de Facebook su mamá calcula que por esos días empezó a salir con Matías, un pibe que vivía en un pasillo a la vuelta de su casa. Ella supo de la relación en los primeros días de diciembre.

—Mami, tengo novio —le dijo Natalia una tarde. Es Mati. 

Aunque no eran amigas, las familias se conocían: Malvina había cursado la primaria con la mamá de él.


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La tarde del 8 de diciembre, Natalia comió un asado con la familia en la casa del tío, a unas pocas cuadras de la casa. A las ocho y media de la noche le avisó a la mamá que iba a ir a lo de la abuela, también en el barrio. 

Cerca de las 11 y media la mujer recibió un llamado de su sobrina. La conversación duró unos pocos segundos. 

—Malvi, le pegaron un tiro a Nati. 

La mujer no entendía qué pasaba. Tomó un remís hasta el hospital de Boulogne. Imaginaba encontrarse a su hija en el quirófano, con un disparo en una pierna o algo parecido. En Boulogne le avisaron que la tenían que trasladar al Hospital Central de San Isidro. Tenía un disparo en la cabeza y estaba grave. 

Antes de partir, Malvina se encontró con Brenda, la mejor amiga de Natalia. Vivían una enfrente de la otra, fueron juntas al jardín, a la escuela y a danza. La chica le contó que esa noche había estado con ella. “Se le caian las lagrimas y me dice: ‘no se que pasó, yo estaba adentro. Nati salió a fumar un cigarrillo y escuché el disparo”. Esa fue la última vez que hablaron. 

Malvina pasó dos noches en el hospital. El 10 de diciembre murió. Cuando la mujer volvió al barrio los vecinos le contaron que la familia de Matías había cargado todo en un camión y abandonado la casa. 

Antes, la mamá y el hermanito de 10 años habían declarado en la causa. El nene dijo que tenía un arma en la mano y cuando cerró el tambor sintió una explosión. La mamá confirmó la versión. Según dijeron la bala atravesó la ventana y le dio a Natalia en la cabeza, que fumaba en el patio.

El arma nunca apareció. Cuando la policía fue a la casa ya no había manchas de sangre, habían lavado la escena del crimen. La autopsia confirmó que la chica tenía el arma apoyada en la cabeza cuando recibió el disparo. “El nene dice que estaba sentado en el sillón y no da el ángulo de disparo”, agrega Malvina.

Con esa información el fiscal de menores Fabián Hualde pidió la detención de Matías y de su padre, que le habría prestado el arma. Nunca los encontraron: cuando les dictaron la captura ya se habían ido del barrio. 

Esta semana el fiscal recibió el resultado del estudio que confirmó que el nene tenía en sus manos restos de bario, plomo y antimonio, los tres residuos que pueden quedar después de disparar un arma. “Cuando me avisaron me dio un ataque de nervios”. La mujer desconfía del estudio y teme que con esa prueba el fiscal intente cerrar la causa.

Aunque todavía no sabe cómo mataron a su hija, Malvina está convencida de que la mató el novio y que la familia encubrió el femicidio. “Si no fueron ellos, ¿por qué desaparecieron? Si no fueron ellos, ¿por qué escondieron el arma?”, se pregunta.