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Publicado en El Ciudadano.-

El padre Juan Pablo Núñez viene denunciando las situaciones de violencia que padecen los vecinos de barrio Larrea. Hace tres años y medio lo hizo a través de los medios y no pasó nada. Hace unas 4 semanas decidió llevar su reclamo a las autoridades del Ministerio de Seguridad y la respuesta no tardó en llegar. La semana pasada recibió dos amenazas mientras caminaba por la calle. Y este domingo a la madrugada balearon la parroquia María Reina que él preside, ubicada en México 1055 bis y el colegio parroquial Paulo VI que está enfrente. Fueron más de una decena de disparos, 7 contra la parroquia y el resto contra el jardín y el frente de la escuela. Un apriete con sello narco del que ahora es víctima un sacerdote.

El padre Núñez escuchó estruendos en el barrio. Eran las 3.23 de la madrugada. Después todo parecía haberse calmado y no sabía dónde fueron los disparos. Pero ya en la mañana del domingo, cuando llegó a la iglesia, no salía de su asombro.

“Vi los impactos de bala en la puerta grande de entrada al jardín. Algunas balas impactaron directamente en el altar”, destacó.

Núñez, que hace cuatro años y medio que está a cargo de la parroquia y del colegio de Barrio Larrea, celebró la misa pese a las balas.

Para el religioso, el ataque es una amenaza narco como otras que viene sufriendo. Es que hace años que él se hace eco del reclamo de los vecinos a los que le resulta imposible vivir con la violencia que generan los búnkers en los que se vende droga.

Hace cuatro semanas llevó su reclamo al Ministerio de Seguridad donde, según contó, lo derivaron con un asesor del ministro. No sólo no consiguió nada para el barrio, sino que comenzó a sufrir amenazas.

Esta semana en dos oportunidades fue abordado por pibes muy chicos a los utilizan los narcos como soldaditos, según evaluó. “Uno me dijo que me callara, que agarrara plata y que si no me iban a pegar un balazo”, contó el religioso. Las balas se apuraron esta madrugada contra la parroquia y la escuela.

“El barrio está lleno de búnkers, lo que genera violencia. Le roban a los chicos, a los padres de la escuela, se agarran a los tiros. Viene gente llorando que se quiere ir del barrio y no tienen cómo”, detalló.

“El narcotráfico es un tumor de nuestro barrio. Hasta que no me metan un tiro no van a parar”, agregó.

“A la escuela Paulo VI asisten 1.100 chicos. Los vecinos me cuentan que los pibes no se pueden ni agachar a atarse los cordones en la calle porque les gritan y los amenazan. Lo mismo le pasa a los adolescentes y a los padres. Queremos que se tomen medidas, ya que no se puede vivir así”, cerró.