Alo 1Daniel Riera – Infojus Noticias.-

“Él le dijo a un amigo que las novias los engañaban, que había que matarlas”

Es el padre de Carolina Aló, víctima de uno de los femicidios más brutales. Su ex novio Fabián Tablado la mató de 113 puñaladas, en 1996. Carolina tenía 17 años. El juicio al joven fue irregular y lo condenaron a 24 años. En la cárcel tuvo otras dos parejas que también lo denunciaron por violencia de género. Hace pocos días, Edgardo anunció la creación de la Fundación Carolina Aló, para ayudar a otras mujeres. “La injusticia no me deja caer, todavía no hice el duelo”, dice en esta entrevista con Infojus Noticias.

El 27 de mayo de 1996, Fabián Tablado le clavó 113 puñaladas a su ex novia Carolina Aló, que tenía entonces 17 años. Por sus horrorosas circunstancias, el asesinato de Carolina es uno de los femicidios más recordados de la historia argentina. El tribunal que juzgó el caso halló culpable a Tablado de “Homicidio simple”: no encontró ni ensañamiento ni alevosía en las 113 puñaladas. A 19 años de los hechos, Edgardo Aló, el padre de Carolina, sigue luchando para que Tablado no salga nunca más y sigue denunciando “un juicio oral corrupto, irrisorio y comprado”. La semana pasada se cumplieron 19 años del asesinato de su hija. Como todos los años, el 27 de  mayo, Aló salió a pegar volantes en memoria de Carolina por las calles de Tigre

–Es un día especial, no solamente ese día sino los días que se juntan: el 27 de mayo con el 4 de junio, que sería el cumpleaños de Carolina, más el día del Padre y mi cumpleaños, que son también en junio. Nos levantamos todos los días a pelear una batalla, a pesar de haber perdido una guerra. Tratamos de ayudar a la mujer, sobre todo contra el femicidio, pero ya no hay vuelta atrás con Carolina.

La noche de ese imborrable 27 de mayo, Edgardo Aló se subió a su auto y se fue al colegio Marcos Sastre a buscar a Carolina. Aló ya había descubierto que Tablado golpeaba a su hija.

–La semana anterior yo había visto por primera vez cómo que este chacal le tiraba del pelo y le tiraba una trompada. Ellos estaban afuera, alcanzo a ver la escena desde adentro de mi casa y entonces salgo, lo encaro, le pregunto qué estaba haciendo con Carolina, me dice “nada, hablando”. Le dije que hablara de la misma manera conmigo y le pegué. Obviamente no levantó la mano, porque él solamente les levantaba la mano a las mujeres.  A mí me bastó lo que vi para decirle a Carolina acá se terminó.  Después me entero que él ya la había golpeado otras veces, que inclusive adentro del colegio le había pegado una trompada y le había roto el tabique nasal: esa vez Carolina nos  había dicho que se había caído.

En esos días Carolina les pidió a sus padres que la llevaran y la trajeran del colegio.

-El 27 de mayo estaba en casa, preparándome para ir a buscarla, cuando recibo un llamado telefónico con una voz fingida diciéndome que era una compañera de ella y preguntándome si Carolina había llegado a casa.  Le dije que no, que hasta las 11 y cuarto de la noche no salía del colegio y sospeché, le dije por qué me preguntás, si sos compañera de ella tenés que saber el horario. Entonces cortó.  Eso encendió una luz de alerta y salí enseguida a buscarla. Me fui para el colegio, esperé que saliera, como lo hacía habitualmente, con la diferencia de que esta vez no salieron ni él ni ella. Volví a casa pensando que a lo mejor yo no la había visto salir, y me dicen que no, que no había llegado. Le digo a mi cuñado Vení, vamos a buscarla.

Edgardo y su cuñado fueron para la casa de Tablado. Ahí se encontraron un panorama aterrador: había una ambulancia, un patrullero y estaba lleno de policías.

-Siento un gran vacío en el estómago, me bajo, la casa macabra tiene como 20 metros hasta que llegás a la puerta… A mí me llamaba la atención que, conociéndonos –yo era bastante conocido en la zona por la inmobiliaria– los policías no me saludaban: es más, esquivaban la mirada. Cuando estoy llegando al portal, la madre de él se topa conmigo, se sorprende, le digo “Qué pasó”, me dice “Nada, nada, nada” y se mete para adentro. Cuando intento entrar,  sale una persona muy grande, me agarra del hombro, me saca hacia afuera, y me dice “Pasó una tragedia, es una tragedia, pasó una tragedia…” El hombre me abrazaba y al mismo tiempo me sacaba del lugar: me di cuenta de lo que había pasado. Voy de nuevo a la puerta: llega un momento en que se abre, había un garaje grande, la veo tirada a Carolina. No me dejan entrar, sale un policía y le dice al que estaba de custodia: “Conté hasta 80 y no puedo contar más, salgo a tomar aire”. Lo miro y le digo: “¿80 qué?” El policía se fue, y en la seña que le hizo el que estaba en la puerta, me di cuenta de que había pasado algo que escapaba a la mente de cualquiera.

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Trató de quedarme allí pero la policía no lo dejó. Edgardo optó por volver a su casa. Su cuñado ya había avisado.

-Llegar fue muy duro, abrazar a mi hijo y contarle no fue fácil, pero creo que en ese momento tuve la fortaleza y la conciencia de que no podía aflojar, porque tenía que mantener la tranquilidad –dentro  de lo que pasaba– de mi hijo de 13 años y de mi mujer. Me puse la armadura y salí a pelearla. Después, en una charla, mi psicólogo me dijo que a mí la adrenalina en ese momento me tapó y me puso totalmente insensible. Y es real: veía las cosas como si fuera una película, como si le estuvieran pasando a terceros y a mí. La injusticia no me deja caer, todavía no hice el duelo.

–El juicio oral fue muy polémico en su momento

–Ese juicio fue irrisorio, corrupto, comprado. Y no lo digo yo, me lo dijo uno de los jueces, y lo digo con nombre y apellido porque él no tiene ningún problema: después de haber escuchado atónito el fallo de Homicidio simple, donde los jueces consideraron que no había habido ni alevosía ni ensañamiento en 113 puñaladas,  a la semana me llamó uno de los integrantes del tribunal, el doctor Fernando Marotto. El juez Marotto estaba muy lastimado, con bronca por el fallo. La Sala III de la Cámara Penal de San Isidro estaba integrada por los jueces Fernando Mancini, Margarita Vázquez y Marotto. El doctor Marotto me dice, tal cual te lo estoy diciendo: “Disculpame, te habla un padre y un abuelo: estos son unos hijos de puta”. Hablaba de Mancini y de Vázquez. Yo le pregunto por qué me decía eso. Me dijo: “Porque acá hubo plata”.

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Edgardo cuenta que Marotto le dijo que antes de empezar el primer día de juicio se acercó  Vázquez y le preguntó su opinión sobre la causa.

-”No tengo dudas de que es un Homicidio Calificado. Excepto que suceda algo muy excepcional, yo pienso en Reclusión perpetua, más accesorias”, le respondió el juez. Vázquez le dijo: “Yo pienso exactamente lo mismo que vos”. A los pocos minutos la llama Mancini a su despacho, y cuando Vázquez sale, le dice: “Fernando, tengo que cambiar el fallo”. Marotto le dijo “¿Vos sos boluda?”  Y ella le dijo: “Mancini me llamó, me dijo que él iba a decir Homicidio simple, que yo soy nueva en la Justicia, que íbamos a trabajar juntos y que no me tire en contra porque íbamos a empezar mal”. Le dieron 24 años a Tablado: estaba la triste ley del 2 X1 (se computaban dos años de prisión por cada año transcurrido sin sentencia firme), por lo cual se le bajó a 21 la pena, por lo cual a los 14 años podía salir. Con los certificados de buena conducta iba a tener salidas transitorias, salidas laborales…  El argumento de Tablado para defenderse era que había sido una máquina en cortocircuito, que no tenía idea de lo que había pasado, que no tuvo conciencia de lo que hacía, a pesar de haber cambiado dos cuchillos Tramontina, una cuchilla de cocina y un formón. Los cuchillos se le iban doblando, fue a buscar algo más fuerte, que era la cuchilla de cocina, y terminó con un formón.

–¿No podían apelar el fallo?

–No, en esa época la ley no permitía apelar un fallo condenatorio. Ahora sí se puede.

Tablado conoció en prisión a Gabriela Palavecino: la relación terminó cuando él la empezó a amenazar. Luego conoció a Roxana López, con quien tuvo mellizas. Llegó a tener salidas transitorias, pero las perdió tras haber amenazado de muerte a López. El juez Facundo Ocampo lo declaró reincidente y lo condenó por “Coacción”. Ocampo fijó  una pena de dos años y medio que se agregaron a los 24 que ya tenía. Edgardo Aló dice que seguirá luchando para que Tablado no salga nunca. Hace pocos días anunció la creación de la Fundación Carolina Aló, para tratar de hacerle frente a los pedidos de ayuda y auxilio que recibe. Aló sueña con “un espacio con abogados, psicólogos y psiquiatras, donde la mujer que haga una denuncia por violencia pueda alojarse hasta que el juez dicte la exclusión del hogar”.

–Nos quedó pendiente un detalle de la historia: la identidad de la persona que lo llamó por teléfono la noche del asesinato de Carolina.

–Era Luis Vallejos, amigo de Tablado. Vallejos contó en el juicio que el sábado anterior habían salido, tomaron, se emborracharon y que esa noche Tablado decía que las novias de los dos los engañaban, que había que matarlas a las dos. Como estaban alcoholizados, Vallejos no lo tomó muy en serio. El 27 por la mañana, Vallejos recibió un llamado de Tablado.

–Hoy lo hago.

–¿Qué cosa? –preguntó Vallejos.

–Te dije que lo iba a hacer y hoy lo hago.

Cuando se encontró con Vallejos en la entrada del colegio, Tablado insistió.

–Vas a ver que hoy lo hago.

Cuando la sacó a Carolina del Marcos Sastre –al parecer, obligada–- Tablado le hizo a Vallejos la señal de que le iba a cortar el cuello a Carolina. Vallejos salió antes de hora y lo llamó a Aló para alertarlo.

–Después fue a la casa de Tablado y él le pidió que fuera a buscar plata para un remis, le dijo que se quería ir porque la había cortado toda, la había matado. Vallejos vuelve a la casa cuando yo estoy, y cuando lo veo digo “Ahí hay un amigo”,  entonces lo agarra la policía y Vallejos cuenta que Tablado estaba esperándolo debajo del puente Tedín.

Los policías fueron vestidos de civil, en un coche particular. Tocaron tres bocinazos, de acuerdo con lo combinado con Vallejos. Tablado sale y un policía le dice:

–Pibe, le pegaste a tu novia.

Tablado contestó:

–No le pegué, la maté.

Fotos: Alejandro Kaminetzky.