Cristina Santillán vivió cuarenta años de abusos psicológicos, físicos y económicos. A los 16 la obligaron a casarse con Ricardo Orlando Hernández, con quien tuvo tres hijos. La madrugada del 16 de septiembre de 2014 ella se defendió de su marido con un hacha. Él terminó internado y ella en la cárcel. Casi tres meses después a Hernández le dieron el alta y lo internaron en un geriátrico. En mayo del año siguiente murió por “un cuadro séptico con la producción coagulación intravascular”. La fiscal Laura Margaretic cambió la carátula de lesiones a homicidio agravado por el vínculo. Desde ayer a Cristina la juzga un jurado popular en la ciudad de Azul: los doce integrantes decidirán si fue legítima defensa para evitar su femicidio o si la condenan a cadena perpetua.

En la audiencia de hoy declararon la madre de Hernández y el hijo mayor de él y Cristina. Ambos dijeron que desconocían los hechos de violencia que presentó la defensa y defendieron a Ricardo. La madre dijo que él nunca viajaba sin la familia -uno de los argumentos de la defensa- y contradijo a su nieto, que afirmó que el padre en varias ocasiones se había ido un mes y los había dejado solos.

Según la madre, antes de que Cristina Santillán se defendiera con un hacha, Hernández había ido a ver a un abogado con la intención de divorciarse. La fiscal citó al abogado como testigo para mañana: así alarga el juicio que originalmente iba a durar dos días. Las organizaciones feministas creen que está intentando estirar y critican que no reconozca el caso como violencia machista. De seguir así, la sentencia se conocerá el viernes o sábado.

La defensa, conformada por Mariana Mocciaro, Diego Araujo y Diego Fernández (el Defensor General), llamó a declarar al psiquiatra Enrique Stola, que entrevistó a Cristina como perito e hizo un informe que fue incluido en la causa donde discute la pericia oficial. Durante su declaración, la fiscal intentó provocarlo en varias ocasiones. Stola levantó la voz y Margaretic lo acusó de “ejercer violencia de género” contra ella. La escena provocó abucheos por parte de las organizaciones feministas que acompañan a Cristina.

“La fiscal no quiere saber la verdad, ella ya tiene una decisión tomada”, dijo a Cosecha Roja el psiquiatra y perito de la defensa. “Daba vuelta lo que decía, todas sus intervenciones apuntaban a confundir al jurado”, agregó. Durante su declaración, Margaretic le pidió que explicara “qué era violencia de género” ya que ella no es una “experta”.

Además, contó por qué estaba en el caso y cómo es su relación con otras causas similares. Habló acerca de su colaboración con Higui (una mujer lesbiana que estuvo presa por defenderse de una violación correctiva y espera el juicio en libertad) y de su trabajo con las víctimas del Padre Grassi. Los jurados, que ayer se veían agotados y cansados, hoy asentían con la cabeza durante la declaración del psiquiatra.

“Los peritos de la fiscalía que habían atendido a Cristina luego de que ella se defendiera tampoco tienen formación de género”, contó el psiquiatra. Estos profesionales vieron a Cristina dos días después del hecho. Dos años después, la escucharon hablar y dijeron que “estaba guionada”. “No tienen en cuenta que una persona cambia. Después de dos años de no sufrir violencia constante, Cristina está mejor. Ellos la entrevistaron cuando estaba en un estado de estrés post traumático”, dijo Stola.

La audiencia de hoy continuaba esta tarde con la declaración de una psicóloga y un dentista. Los otros dos hijos de Cristina declararán mañana sin público. Ella también declarará sin testigos, pero será la última antes de la sentencia, por lo que todavía no hay fecha.

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Ayer, en el inicio del juicio, las partes eligieron a los jurados. La fiscalía presentó el caso como un homicidio: aseguró que fue un acto premeditado porque Hernández le había pedido el divorcio. La defensa contó como Cristina sufrió violencia de género durante toda la relación: su marido la levantaba a las tres de la madrugada para que le cocinara, le sacaba su sueldo de enfermera, la golpeaba e insultaba.

Lo más importante de la jornada fueron los testimonios de médicos y peritos que aseguraron que el geriátrico donde Hernandez murió, ocho meses después del ataque, no tenía habilitación. Quieren demostrar que la muerte no fue producto de las heridas de hacha que le provocó Cristina. El objetivo de la defensa es que la declaren “no culpable”.

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Cristina vive en Villa Piazza, un barrio humilde de Azul. Allí cumple prisión domiciliaria desde hace más de un año. Con ella vive su hija, una estudiante de Derecho de 28 años que acompañó en todo momento a la mamá y ayudó a visibilizar el caso de violencia machista.