– Al ver todo lo que tuvieron que pasar mis hijos, hubiera preferido ser una menos.

Así cerró Cristina Santillán su declaración. Las mujeres que la acompañaron durante el proceso lloraron y la aplaudieron. Después el jurado deliberó y la declaró culpable de lesiones gravísimas.

El lunes a las 10 el jue decidirá qué pena le corresponde.

El juicio comenzó el 22 de agosto. Estaba planeado que durara dos audiencias pero se extendió toda la semana. Entre los que declararon estuvo el psiquiatra Enrique Stola, quien entrevistó a Cristina y escribió un informe que contradecía la versión de los peritos oficiales. “No tienen en cuenta que una persona cambia. Después de dos años de no sufrir violencia constante, Cristina está mejor”, dijo a Cosecha Roja después de declarar.

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Cristina Santillán vivió casi 40 años sometida a una relación violenta con Ricardo Orlando Hernández. Se casó a los 16, tuvo tres hijos y un marido que la golpeaba, la sacaba de la cama a las tres de la mañana para que le cocinara y le retenía su salario como enfermera. La madrugada del 16 de septiembre de 2014 Cristina se defendió con un hacha: él terminó en el hospital y ella en la cárcel. En mayo del año siguiente el hombre murió y la fiscal cambió la carátula de lesiones a homicidio agravado por el vínculo.

Casi tres meses después del episodio, los médicos del hospital le dieron el alta a Hernández bajo cuidados especiales. Obligaron a los hijos del matrimonio – con escasos recursos- a buscar un hogar de ancianos donde lo cuidaran. En mayo de 2015, el hombre falleció por “un cuadro séptico con la producción coagulación intravascular”.

La fiscal Laura Margaretic, que había acusado a Cristina por lesiones graves primero y tentativa de homicidio después, cambió la carátula a homicidio calificado por el vínculo. La mujer pasó un año en la Unidad 52 del Servicio Penitenciario Bonaerense, en Azul. El primer abogado no colaboró en visibilizar su caso con perspectiva de género. Entonces, las organizaciones feministas levantaron la bandera del caso y armaron la Asamblea de Mujeres en Lucha de Azul y lograron un cambio -con acuerdo de Cristina- a la defensa oficial: Mariana Mocciaro, Diego Araujo y Diego Fernández (el Defensor General).

La defensa oficial tomó el caso tres meses antes de que empezara el juicio. “Queremos que el jurado se siente y escuche una historia de vida. La fiscal propone una foto, nosotros una película, que la juzguen en el contexto de la vida que tuvo”, dijo a Cosecha Roja Fernández, el defensor del departamento de Azul, antes del inicio.

La historia de vida de Cristina fue la pieza clave. La mujer vive en Villa Piazza, un barrio humilde de la localidad de Azul, junto a su hija. La joven de 28 años estudia Derecho y se convirtió en la heroína del caso: acompañó en cada momento a Cristina y colaboró en la visibilización del caso del caso de violencia machista. El salario de la mamá era casi la única entrada de dinero que tenía la familia: mientras vivía, Hernández no aportaba, volvía de madrugada, salía con otras mujeres y sometía física, psicológica y económicamente a su esposa.

Cristina fue víctima de la violencia machista prácticamente toda su vida. No tuvo mamá y sí un papá que la crió con valores muy patriarcales: las mujeres deben atender a los varones y sostener la familia. A los 16 la obligó a casarse con Hernández, apenas unos años mayor que ella. Los tres hijos que tuvieron también vivieron en ese ambiente de dominación masculina. Ella nunca supo cuánto ganaba él como empleado municipal y cobraba el sueldo de enfermera por ella. Él volvía de madrugada y la obligaba a levantarse para prepararle comida, a pesar de que ella tenía que madrugar a las 6.
“Cristina está acusada de la muerte del marido bajo la figura de homicidio calificado por el vínculo: la peor hipótesis, la figura más grave y la pena más alta. En ningún momento de la investigación la fiscalía indagó en la historia de Cristina. Se quedó sólo con el hecho puntual”, explicó a Cosecha Roja Luz Ramallo de la Asamblea.

Las mujeres de la Asamblea saben que prevalece el miedo, el terror y la vergüenza antes de la opción de hacer la denuncia. Cristina justificaba lo moretones, marcas, fracturas de costillas, caída de dentadura como “accidentes” domésticos. “Fueron 40 años de soportar la violencia sin contárselo a nadie. Y, como dice el psiquiatra Enrique Stola, uno no se defiende cuando quiere sino cuando puede”, dijo Ramallo. Stola viajó a Azul, entrevistó a Cristina como perito de la defensa e hizo un informe que discute la pericia oficial y que se usó en el juicio oral.