Foto: Centro de Memoria Histórica /Hervásquez, El Colombiano.
Cosecha Roja-. La noche del 11 de noviembre de 1988 varios paramilitares armados y encapuchados ocuparon la plaza central de Segovia. Caminaron todo el pueblo con una lista y no pararon hasta asesinar a todos los que aparecían en ella. Los transeúntes nocturnos, aunque su nombre no estaba en el papel, también fueron fusilados. El saldo: 43 muertos y 45 heridos. Nadie fue condenado.
Los encapuchados eran parte del grupo Muerte a Revolucionarios del Nordeste. Su objetivo: matar a los militantes de la Unión Patriótica que habían ganado las elecciones ocho meses atrás.
Los paramilitares estaban liderados por Fidel Castaño, alias “Rambo”, un narcotraficante colombiano que, junto a su hermano, había formado el grupo Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), responsables de varias masacres más.
La Unión Patriótica era un partido que aglutinaba a varias fuerzas de izquierda del país. Entre ellas, las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) y el Partido Comunista Colombiano. El presidente Belisario Betancourt había hecho un llamado al diálogo a las organizaciones guerrilleras y decidió suscribir el acuerdo de La Uribe. De ahí resultó la creación de Unión Patriótica, el brazo político de las FARC. Todo esto en el marco de un proceso de paz a mediados de 1985.
Los grupos llamados de autodefensa, liderados por los hermanos Castaño, eran financiados por terratenientes. También por Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “el Mexicano”, del cartel de Medellín. Antes de la masacre de Segovia, ya había empezado la moda de matar civiles. Como un mal augurio, meses atrás había sucedido la llamada Masacre de la Mejor Esquina.
El 3 de abril de 1988 en La Mejor Esquina, una vereda de Córdoba, Colombia, fueron asesinados 27 campesinos. Los atacantes: Los Magníficos, un grupo paramilitar. Nunca se supo la razón de esas muertes, aunque se supone que se trató de una represalia por ofrecer ayuda a gente del Ejército Popular de Liberación.
La masacre de Segovia salió en los medios un día después. Poco. Los únicos que resultaron ilesos de los fusilamientos de civiles fueron la policía y las fuerzas militares. Se sabe que actuaron en complicidad con el grupo de Castaño, y que permitieron la entrada de los asesinos.
En 2010, los responsables directos ya estaban detenidos en cárceles norteamericanas por narcotráfico. En julio de ese año, la Corte Suprema de Justicia decidió que los políticos beneficiados, o que pudieron incidir en la masacre, eran igual de responsables que los paramilitares. Parapolíticos, así los llamaron a los políticos que se aliaron con los paramilitares. La mayoría de los condenados logró salir en libertad condicional después de dos años y medio. Por buena conducta.
Ese año, el ex congresista liberal César Pérez García fue capturado. En mayo de 2013, La Corte Suprema lo condenó a 30 años de prisión. El hombre actuaba como “caudillo” del pueblo. Los delitos: homicidio, concierto para delinquir y lesiones personales. Todo esto siendo representante a la Cámara por Antioquia, departamento donde queda Segovia. César Pérez García fue el promotor de la masacre, su autor intelecual.
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