La desaparición de 70 personas en Paine en octubre de 1973 marcó para siempre la vida de Andrés Aylwin. El abogado y exdiputado DC -quien falleció esta semana- se conmovió con las familias de los detenidos y terminó convirtiéndose en uno de los defensores de DD.HH. más emblemáticos en la historia de Chile.

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Por Fredi Velásquez y Alejandra Olguín.-

Alrededor de 30 mujeres acompañaban a Andrés Aylwin a sus trámites en los Tribunales de Justicia. Madres, hijas y hermanas de personas que habían sido detenidas en octubre, un mes después del Golpe Militar en 1973. La mayoría eran dirigentes sindicales campesinos que habían accedido a terrenos gracias a la Reforma Agraria. Según contaban, los Carabineros entraron a las casas rurales, allanaron, golpearon y se llevaron a los hombres. Dijeron que iban a tomarles declaración pero nunca más volvieron.

Las familias afectadas acudieron a Aylwin, quien era un abogado de una familia con tradición política y que hasta el 11 de septiembre era parlamentario DC por la zona. Estaban desesperadas y necesitaban a alguien que las apoyara. El abogado se conmovió con lo que contaron. Veía a mujeres que habían quedado sin sus seres queridos y sumidas en la pobreza. Por esos años los hombres eran los únicos que trabajaban fuera de la casa. Su desaparición también implicaba perder el único sustento económico.

En su libro Simplemente lo que vi y los imperativos que surgen del dolor, Andrés Aylwin relata sus sentimientos sobre ese episodio: “La desesperación de todos esos niños, mujeres y hombres es casi imposible de describir hoy, menos para alguien que no es escritor. Se trataba de una angustia inconmensurable, viviéndola cada uno de ellos en la lejanía de los campos, casi en la más absoluta soledad, todo ello ante la indiferencia o el terror de quienes sabían de la tragedia”.

Las mujeres de Paine viajaban en bus muy temprano en la mañana para ir a los tribunales y declarar lo que les había pasado a sus familiares.

Una de esas visitas a la CorteSuprema marcó la vida de Aylwin. Ninguno de sus cercanos recuerdan con exactitud la fecha, pero todos coinciden en la escena. El abogado quería interponer un recurso de amparo en representación de las familias de los detenidos. La idea era presionar para conocer el paradero de los campesinos arrestados. En medio de esos trámites, el juez Enrique Bórquez citó a Andrés Aylwin a su oficina. En un momento le hizo una pregunta, como para poner fin a la conversación:

-¿Para qué los buscas, si ya deben estar todos muertos?

Aylwin no podía creer lo que escuchaba. Lloró de impotencia. Todos los familiares lo vieron salir de la oficina muy conmocionado. Fue ese el día que empezó su trayectoria como uno de los defensores por los derechos humanos más importantes durante el régimen militar.

El abogado recordó en su libro lo que sintió tras la pregunta, con la desesperación de las familias y la falta de un proceso justo: “Fue peor que la muerte misma”, escribió el hermano del expresidente Patricio Aylwin, quien murió el lunes 20, a los 93 años, y fue despedido con un multitudinario velatorio en el ex Congreso Nacional y un funeral en el Cementerio General.

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En Paine hay un rincón al que todos llaman el Callejón de las Viudas. Está alejado del centro y rodeado por predios agrícolas. Las casas son pequeñas, solo hay un par de almacenes y muchos perros callejeros. Ese lugar de la ciudad es un recuerdo vivo de la tragedia vivida en octubre de 1973.

Sonia Valenzuela es una de las mujeres protagonistas de esa historia.

La tragedia fue familiar. No solo buscaban a Rosalindo, su marido, sino que también a su padre y a cuatro tíos. Todos detenidos en el mismo sector. Solo un tío era militante del Partido Socialista. El resto, dice, eran obreros agrícolas.

 

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Sonia empezó a buscar cualquier indicio del paradero de sus familiares junto a su madre y su abuela. Recorrieron comisarías y penitenciarías de Santiago. Intentaron en el Estadio Nacional y en Tejas Verdes.

La historia de las tres mujeres conmovió a Andrés Aylwin. En el libro lo escribe: “Tal vez es difícil concebir un sufrimiento más grande que el de la señora Mercedes Peñaloza de Muñoz. Le arrestaron e hicieron desaparecer a sus cuatro hijos hombres, también al marido de su hija y, como si fuera poco, al esposo de su nieta. ¡Seis desaparecidos en su familia! Posiblemente es la persona que tiene más familiares desaparecidos o hechos desaparecer en Chile (…). ¿Qué justificación puede haber existido para perpetrar un crimen tan espantoso?”, escribe en sus memorias.

Andrés Aylwin solía acudir junto a su esposa, Mónica Chiorrini, hasta la casa de Sonia a tomar mate y comer queso fresco junto a la abuela Mercedes. Siempre terminaban llorando.

“Era un hombre muy bueno. incluso cuando mi abuelita empezó a quedarse ciega, la llevó a su clínica. Le pagó todo, no quiso que le dieran nada. Si ahora me tenía invitada para almorzar en su casa, porque me iba a regalar unos libros”, recuerda Sonia Valenzuela.

Con el tiempo, se hicieron amigos íntimos. Andrés tenía una foto de Mercedes en el velador, junto su cama, en Santiago. Cuando ella murió, en 2012, fue al funeral y habló sobre la especial relación que tenían.

Por ella -aseguraba- había conocido los horrores del régimen de Pinochet.

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La familia Aylwin Azócar era muy conocida en San Bernardo. Llegaron en 1929 desde Viña del Mar, atraídos por la belleza y aire puro de la ciudad, que estaba en los límites de Santiago y era una zona casi rural.

En ese ambiente nació Andrés Aylwin, el tercero de cinco hermanos. Sus primeros recuerdos eran en su patio, que estaba lleno de árboles de albaricoques. La casa quedaba en la Avenida Portales, justo al frente de la Maestranza, propiedad de Ferrocarriles del Estado.

Andrés estudió Derecho, imitando a su padre, Manuel, que llegó a ser presidente de la Corte Suprema. Entró a la política militando en la Democracia Cristiana. En 1965 fue electo como diputado por el distrito que en ese tiempo correspondía a las comunas de Buin, Paine y San Antonio, entre otros. Luego fue reelecto en dos ocasiones.

Por ese trabajo parlamentario era conocido de varias familias en la zona sur de Santiago. Algunos lo miraban con recelo, por su perfil opositor al gobierno de Salvador Allende. Aunque, como definiría en la carta de los 13, texto con el que dirigentes DC cuestionaron el Golpe, era parte de una “oposición leal”, la que no justificaba la intervención militar.

Tras el Golpe, Andrés Aylwin salió a recorrer el sur de Santiago para ver cómo estaban los vecinos que hasta el 11 de septiembre representaba en el Congreso. El recorrido lo hacía acompañado de Andrés yPedro, sus hijos mayores.

“El sufrimiento que vio, el horror que vio, fue un tema que lo dejó absolutamente marcado y que lo convirtió en un luchador para que nunca más sucedieran cosas así”, dice hoy su hijo Andrés.
Uno de los impactos más fuertes para Andrés Aylwin fue la matanza de 11 dirigentes de la Maestranza San Bernardo, dos semanas después del Golpe. El abogado supo del fusilamiento de personas a las que conocía desde pequeño, porque trabajaban frente a su casa. Desde el auto, veían las familias destruidas, las mujeres condenadas y la pobreza de una zona especialmente golpeada por la represión.

“Mi padre estuvo tan afectado emocionalmente, que los recuerdos que tenemos nosotros eran de una persona abatida de dolor. Siempre recordaba a esa gente, les tomó cariño”, dice Pedro Aylwin.

Fueron las mujeres las que se le acercaron desesperadas un día a pedir ayuda. Algunas lo conocían por su carrera parlamentaria, otras incluso no le tenían mucha confianza por no ser militante de izquierda.

“Él nos quiso cuando nadie nos quería. Todos se alejaban”, dice la presidenta del Memorial Paine, Flor Lazo, a quien el 16 de octubre de 1973 le secuestraron a su padre y a sus dos hermanos. Carabineros entraron a la fuerza y la encañonaron junto a su madre. Los uniformados iban con la cara pintada. “Lo único que recuerdo es que eran muy altos y que tenían metralletas”, dice.

Como el resto de las familias de Paine, Flor empezó una búsqueda que duró años. Andrés Aylwin los iba a visitar junto a su esposa para ver cómo estaban. Tomaban té y contaban sus penas.

En 2007, la justicia comprobó que los restos de los desaparecidos de la familia Lazo estaban en la Quebrada de los Quillayes, en Litueche. Allá fueron ejecutados. Al saberlo, Flor Lazo se comunicó con Aylwin para compartir la alegría de por primera vez conseguir datos concretos de su destino y con ello -quizás- algo de justicia.

En el mismo lugar fueron encontrados los restos de Rosalindo Herrera, marido de Sonia Valenzuela, y un anillo grabado de uno de sus tíos.

La investigación por los hechos ocurridos en Paine terminó con el primer civil condenado por delitos de lesa humanidad en Chile. La Corte de Apelaciones de San Miguel sentenció a Francisco Luzoro Montenegro, presidente del Sindicato de Dueños de Camiones, a 20 años de cárcel por la desaparición de cuatro personas. Esa es una de las particularidades de la represión sufrida en el sur de Santiago. No hubo acción de la Dina ni cuarteles de tortura. Las desapariciones estuvieron a cargo de Carabineros y civiles de la zona.

Flor Lazo fue al velatorio del lunes 20 representando a los familiares de detenidos desaparecidos en Paine. Recordó frente a todos lo que debieron pasar durante el régimen militar y la ayuda de Andrés. Su discurso fue el que más emocionó a la familia Aylwin Azócar y a todas las personas que llegaron hasta el ex Congreso para despedir al abogado.

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A un costado de la carretera se encuentra el Memorial Paine, que recuerda a los 70 detenidos desaparecidos del lugar. La obra fue creada en 2004 por la artista plástica Alejandra Ruddoff.

Son 70 mosaicos diseñados por las mismas familias. Algunos eligieron banderas del MIR; otros, paisajes del campo y retratos familiares de antes de la desaparición. Algunos no fueron capaces de hacer un diseño, por el trauma que sentían. En promedio, Paine es la comuna con mayor número de desapariciones durante el gobierno de Pinochet si se toma en cuenta la cantidad de habitantes.
Para estas familias, los mosaicos representan la tumba y el entierro que sus desaparecidos nunca tuvieron.

Andrés Aylwin fue el primer presidente de la corporación encargada de levantar el memorial. En su inauguración habló frente a las 70 familias. “He vivido con mucha emoción el trabajo que ustedes están haciendo…, todo esto es un mensaje ético, muy profundo, que desde aquí sale hacia el camino. Sale hacia a Paine y recorre todo el mundo”, les dijo el abogado. R

Esta nota fue producida en el marco de la Beca Cosecha Roja   y también fue publicada en el diario La Tercera.