La foto es ilustrativa

La foto es ilustrativa

Giselle Salica denunció por acoso sexual y violencia de género a Adrian Intile y Walter Carrazana, dos conocidos comunicadores que trabajan en radios municipales y en Canal 10 que depende de la Universidad Nacional de Tucumán y la Provincia. Aquí reproducimos la carta que ella escribió y que también fue publicada en APA.

Un grupo de mujeres periodistas, junto a la Asociación de Prensa de Tucumán, convocaron ayer a una conferencia para denunciar varios casos de violencia de género dentro de los medios tucumanos. Iba a ir. Pero mi abogada me dijo, con justa razón, que no me puedo sentar a denunciar un caso de violencia de género al lado de una persona que tiene prácticas violentas y que está denunciado por amenazas y violencia de género. Pero quiero aprovechar y relatar mi historia.

Contar lo que viví no es fácil. Tampoco fue simple darme cuenta la violencia que sufrí por culpa de mis compañeros de trabajo. Muchos preguntan, ¿por qué no denunciaste antes? En mi caso pensé que estaba equivocada, que interpretaba mal las bromas. Naturalizaba todo lo que me estaba pasando. Pero también por temor a que nadie me crea, a quedarme sin trabajo,  sometida al aparato patriarcal y machista que se vive en el ambiente periodístico.

Lo quiero dejar claro: denuncio a Adrián Intile y Walter Carrazana por acoso sexual y laboral y por violencia de género por hechos sucedidos en Radio 9 de Julio, donde los tres trabajamos los últimos dos años. Apunto la responsabilidad política de Juan Pablo Durán, Subsecretario de Prensa y  Comunicación Institucional de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, que los amparó y sostuvo a pesar de mis múltiples denuncias.

Durante más de un año y medio, tuve que soportar distintas situaciones de humillación, sometimiento y violencia. Desde que me digan “tenés cara de putita” o “¿con quién de aquí te acostarías?”, llevarme hasta la puerta de un hotel alojamiento contra mi voluntad, decirme “conchuda” delante de mis compañeros y compañeras y tocarme la pierna cuando estábamos al aire.

Una vez me agarraron de los brazos, me acorralaron contra la pared y me pasaron la lengua por la nariz. Otra vez la misma secuencia pero intentando darme un beso en la boca. Cuando los rechazaba, ellos se reían. Era su forma de humillarme.

Todo eso sumado a las burlas que les provocaban mis equivocaciones al aire, mi sobrepeso, mis genitales. Empecé a cambiar mi manera de vestir. Los síntomas físicos comenzaron a aparecer. Jamás relacioné lo que estaba viviendo con las pesadillas, el insomnio, el miedo a ver con qué me encontraría  al día siguiente.

Fue mucho y duro lo que viví. Hoy lo puedo ver y ponerle nombre: violencia de género, acoso laboral y sexual. Sé que no soy la única que lo vivió de parte de estos dos señores. Hay más mujeres  y cada una los denunció a los directores de los diferentes medios donde estuvieron. Pero ellas quedaban sin trabajo y ellos continuaban.

Hice la denuncia formal ante la Justicia. Está radicada en la Fiscalía de delitos contra la integridad sexual y el 13 de diciembre salió la restricción de acercamiento.

Las periodistas sabemos que los pactos de machos son muy eficaces para cubrirse las espaldas y que seamos nosotras las que paguemos el costo de romper el silencio.

Así me pasó a mí. Me desvincularon de Radio 9 de Julio, un medio financiado con plata de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán.  Mi entonces jefe, Juan Pablo Durán, sabía de las situaciones; las autoridades municipales también. Hice una infinidad de presentaciones para que me escuchen pero nunca dijeron nada.

A pesar de todo esto, siguen los hostigamientos. No puedo conseguir trabajo en ningún lado. Y tengo la certeza que tiene que ver con mi denuncia, con animarme a hablar. Es un mensaje de disciplinamiento para que nadie más se atreva a romper el pacto de silencio.

Escuché estos últimos días muchos que dicen ahora “todas fueron violadas”, “todas fueron abusadas” ¿Por qué nos animamos a decirlo ahora? Porque ya no nos callamos más. El acoso sexual en los trabajos existe y no podemos seguir mirando al costado.

No nos callamos más.

Gracias

Giselle Salica