guzman

Martín Cortés. Cosecha Roja.-

Guzmán Apaza Velasco vino solo de Bolivia hasta el Río de la Plata. Toda la contención que tenía estaba en “la movida”, como llamaban sus integrantes al grupo de hip-hop que formaban. Cada uno tenía un rol artístico: Guzmán cantaba y tenía armada una pequeña productora. Pero el funcionamiento del grupo era como el de una familia. Y, de hecho, fueron los primeros en empezar a buscarlo cuando desapareció.

Guzmán no podía vivir de lo que le gustaba, como tantos otros. Un joven boliviano que llega con su conciencia como toda compañía, bajando metros desde los 4.000 de El Alto, ese anexo clase B de La Paz, hasta Buenos Aires, pegada al río, y triunfa como cantante de hip-hop: no da para mucho más que un guión de Hollywood. La realidad la vivía Guzmán de lunes a viernes en el taller textil de Palermo en el que trabajaba, no muy lejos de la habitación que alquilaba con otro compañero, en Juan B. Justo y Goya. Eso le permitía vivir y mandarle algunos pesos a su madre, el único familiar directo que tenía allá arriba. Ese viernes 22 de febrero, Guzmán salió del trabajo y fue con un grupo de amigos para Flores, la patria boliviana en la ciudad de Buenos Aires, donde, de la plaza a la villa 1-11-14, una masa cobriza va de acá para allá, trabajando, divirtiéndose, viviendo. El grupo fue a comer a “La Sole” y de ahí a otro bar, “Mi Bolivia”, a hacer la previa antes de ir a bailar. Allí hubo una pelea que quebró la noche: dos chicas del grupo tuvieron una discusión fuerte que obligó al grupo a separarse. Guzmán se quedó con Cintia Chávez en el bar, una de las contendientes, mientras el resto del grupo enfiló hacia el boliche.

En este punto comienza el desatino. Cintia le pidió a Guzmán que la acompañara a la casa, a pocas cuadras, a buscar una campera y un pen-drive que tenía el joven que vive con ella. Guzmán esperó en la calle y, cuando Cintia bajó, él ya no estaba. Lo buscó por los alrededores y volvió a la casa, suponiendo que Guzmán se había ido a bailar con el resto del grupo. El resto del grupo supuso que él se había quedado con Cintia, por lo cual tampoco se alarmaron. Pero hay un problema de horarios: según Cintia, el momento en que subió y bajó (no más de diez minutos) fue alrededor de las 12 y media de la noche. Y el joven que tenía el pen-drive, que se levantó enojado porque tenía que trabajar al día siguiente, dice que esto sucedió a las 2 y media de la mañana. En ese período, algo pasó con Guzmán.

¿Es posible que el joven se fuera por su propia voluntad hacia algún lugar desconocido por sus amigos? A decir verdad, no. El compañero de trabajo que vive con él en Palermo no se alarmó ante su ausencia durante todo el sábado porque era común que pasara el fin de semana con su novia. Pero ese domingo 24 tenían que mudarse a otra habitación y dejar lugar para el nuevo inquilino en la anterior. Pero Guzmán no apareció. La dueña de la casa llamó a la novia para avisarle y ésta tuvo que sacar las cosas y llevarlas a otro lado: su ropa, equipos, dinero y documentos. Recién entonces fueron a realizar la denuncia a la comisaría 38º de Flores como “averiguación de ilícito”. El siguiente paso fue visitar el consulado, hospitales y morgues, sin noticias. También consultaron por las cámaras de seguridad ubicadas en las inmediaciones: tres en total, de las cuales dos no funcionaban y la otra no dio ninguna pista sobre el paradero de Guzmán. El lunes 4 de marzo llegó la denuncia a la fiscalía que subroga el doctor Marcelo Munilla Lacasa, y ayer llegó la madre del joven de Bolivia. La noticia está circulando por las radios de la colectividad boliviana y hoy se realizará una marcha en Nazca y Rivadavia a las 17 horas. Todo haciendo una sola pregunta: ¿Dónde está Guzmán Velasco?