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Cosecha Roja.-

En Buenaventura la gente muere por hablar en voz baja. Desde 2012 La Empresa y Los Urabeños, grupos paramilitares, se disputan los callejones estratégicos del microtráfico de droga. En su guerra han desplazado de la ciudad a 12 mil personas y en estos tres meses de 2014 han asesinado a 54. Todo aquel que “sople” muere.

Buenaventura es la ciudad-puerto más importante del pacífico colombiano, mueve el 60% de las cargas nacionales y tiene casi 350 mil habitantes. En sus casas abandonadas por el desplazamiento se está fundando una modalidad brutal de asesinato: el descuartizamiento. Se les denomina “casas de pique” y las autoridades niegan que sean permanentes, según se informó desde el sitio colombiano La Silla Vacía.

Hace dos semanas el ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón declaró que esas casas no están en la cotidianidad de la ciudad: “Denominar ‘casas de pique’ como algo permanente o sostenido me parece que no es apropiado”. Bartolo Valencia, alcalde municipal, lo ve como una serie de “hechos aislados”. La semana pasada los noticieros registraron el descubrimiento de seis “casas de pique” en un barrio costero cercano al centro.

En las últimas tres semanas, sin embargo, los habitantes bonevarenses organizaron dos actos de protesta simbólica encabezados por el obispo Héctor Epalza. El 12 de febrero más de 25 mil personas caminaron vestidas de blanco por los barrios de Bajamar donde los grupos paramilitares La Empresa y Los Urabeños se disputan el poder todos los días. Y hace dos días hubo un cierre masivo de todos los comercios.

La empresa es un brazo disidente de Los Rastrojos, uno de los dos grupos militares del cártel del Norte del Valle creado por el narcotraficante Wilber Varela alias “Jabón”, asesinado en Mérida, Venezuela en 2008. Su muerte supuso el fin del cártel del Norte del Valle. Los Urabeños es la banda criminal más grande de Colombia. Tiene 2.366 integrantes, según el Centro Integrado de Inteligencia de la fuerza pública colombiana.

Los paramilitares descubrieron en Buenaventura un fortín para traficar coca y extendieron a zonas urbanas. Su ‘modus operandi’ para apropiarse de los lugares estratégicos del microtráfico es la intimidación y la zozobra. Crean una ambiente de miedo permanente alrededor de las casas construidas sobre el puerto y los muelles secos para que la gente abandone las viviendas por su propia cuenta, explican desde La Silla Vacía.

“Acá la violencia no ha subido porque no hay más fondo a dónde caer. Tenemos mordaza y grillete, por eso nos paramos o nos entierran”, declaró un comerciante al sitio periodístico de Bogotá. Él, al igual que todos los entrevistados en el puerto, pidió que no se usara su nombre ni algún detalle que permitiera adivinar su identidad.

Los comercios y los manteros son extorsionados con una cuota mensual que varía según el ingreso económico. Cobran entre 25 y 50 dólares a los comerciantes y en algunos barrios, quienes viven en casas alquiladas pagan 15 dólares por “el servicio de seguridad”. Quienes se negaron a pagar fueron asesinados.

Una vendedora de chontaduros, fruto popular por sus poderes afrodisíacos, dijo a La Silla Vacía que el racimo le cuesta 7 dólares. En un día lo vende por 12 y le cobran 2 dólares de ‘vacuna’. “Entonces ¿cuánto me queda?”. Otra vendedora de jugos cerró su negocio por las extorsiones. De las cien vendedoras de pescado en la terminal pesquera de La Playita, sólo quedan treinta.

En Buenaventura el desempleo que ronda el 60% y casi la mitad de la población no tiene agua a pesar de estar rodeada por once ríos. El obispo Epalza comenzó a denunciar a políticos locales y al gobierno nacional. “Él empezó a cantar y nosotros le pusimos el coro y también la orquesta”, dijo un tendero que estima las pérdidas para la ciudad en 50 mil dólares.

Foto: Juan José Horta (La Silla Vacía)