Cosecha Roja.-

Tamara Blanco, “La Cheta”, tiene 22 años. Le faltan cuatro materias para recibirse de licenciada en Relaciones públicas en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Hasta hace un mes, cuando fue detenida acusada de formar parte de una banda “roba abuelos”, vivía en un departamento del barrio de Belgrano junto a su madre, Ana Gana, y la pareja de esta, un ingeniero francés. Ahora, ella y los otros miembros de la banda, detenidos por asociación ilícita y robo calificado, podrían ser acusados por la muerte de una mujer de 70 años.
Hasta que se puso de novia con Emmanuel García, un ex jugador de fútbol de Quilmes de 24 años, su vida transcurría entre la facultad, las salidas con las amigas y los partidos de polo a los que iba acompañada de su madre. Junto con el novio y otros amigos de él armaron una banda que robaba casas de ancianos.

Para la fiscal María de los Ángeles Attarian Mena, Emma era el líder de la banda y Tamara cumplía la función de “organizadora”. “Ella tenía un rol muy activo”, explicó a Cosecha Roja el abogado Julio Torrada, representante de una de las víctimas. Se encargaba de marcar las casas de los viejitos, armar la logística, proveer los handys que usaban para interferir las comunicaciones de la policía, conseguir los pasamontañas y guardar algunas de las cosas que robaban. En los tres departamentos de la familia allanados, todos en Capital Federal, la policía encontró varios de los objetos que pertenecían a los ancianos. Él, por su parte, coordinaba el grupo que entraba en las casas.

“Hay un dato muy llamativo en esta banda. Todos los que estamos en el derecho penal sabemos que hay un código no escrito que indica que no hay que robar a los viejos y a la gente del barrio. En este caso, 8 o 9 de las víctimas eran viejitos que vivían en el mismo barrio donde vivían los integrantes de la banda. Incluso un integrante marcó a un tío abuelo para que le robaran”, contó Torrada.

Los amigos de Emma -todos de Berazategui, una localidad del sur del conurbano bonaerense- y las amigas de ella –chicas bien de Capital Federal- empezaron a salir juntos. Iban a comer a Puerto Madero, los invitaban a fiestas privadas y se movían en autos de alta gama. Se calcula que desde 2011, La banda de la Cheta asaltó más de 20 casas, de las que se llevaron unos 37 mil dólares y 120 mil pesos.

Durante los meses que duró la investigación judicial, previo a la detención de los nueve jóvenes, se grabaron unas 590 horas de conversaciones telefónicas entre ellos.

-Sí, recién salimos; no pudimos entrar –dijo Emmanuel-. Entramos hasta el comedor y estaba cerrada la puerta. Nos tuvimos que ir. Estoy yendo a ver otro.
-Ah, bueno, me preocupaste. Como no me escribiste nada… Cuidate- respondió su novia.
-Te amo, mi amor- cortó él.

Tamara había comenzado a celarlo. Cada vez que él iba a robar, ella lo llamaba insistentemente para ver dónde estaba y cuánto tiempo le faltaba para terminar. En varias oportunidades, incluso, llegó a amenazarlo con contarle todo a la suegra de él en caso de que la estuviera engañando con otra.

Dos meses después que comenzaron las investigaciones, Tamara, Emmanuel y los otros siete jóvenes fueron detenidos. Están imputados por robo calificado y asociación ilícita, con penas de 3 a 10 años. En el caso de Tamara y Emmanuel, acusados de ser la organizadora y el líder, las condenas podrían ser un poco mayores: van desde 5 a 10 años. La madre de Tamara, Ana Gana, está acusada por encubrir a su yerno, no a su hija: la ley no obliga a nadie a inculpar a un familiar.

En uno de los robos, en Berezategui, la banda golpeó a una señora de más de 70 años. La mujer, a los pocos días, cayó en un pozo depresivo del que nunca pudo recuperarse. Al poco tiempo murió. Ahora sus hijos reclaman a la Justicia que también se acuse a la banda por homicidio en ocasión de robo.