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Por Federico Schirmer – Cosecha Roja. –

“Mis compañeros de detención me joden con que va a ser el casamiento del año. No sé si va a ser para tanto. Pero seguro va a ser un puterío bárbaro”, dice Víctor Cingolani, entre risas, desde la Alcaldía de Pico Truncado, Santa Cruz.  Cingolani purga 13 años de prisión que, según la justicia, es lo que le corresponde por la participación en el asesinato de la modelo de 20 años Johana Casas. Mañana en el día de San Valentín, se va a casar con la hermana de su víctima.

“Lo primero que haría si me liberan es buscar un trabajo y empezar a construir mi familia con Edith, eso sería lo primero”, dice. “Ya  lo tenemos charlado: queremos cuatro hijos. Un par de noches atrás soñé con que ella estaba embarazada de una nena. Cuando se lo conté por teléfono se puso a llorar. Seríamos tan felices si fuéramos padres de una nena. Ese es el sueño de los dos”, dice Víctor, preso, ansioso. Feliz.

Cuestión de sangre. Johana Casas tenía 20 años. Era una modelo conocida en Pico Truncado. Tenía una hermana gemela, Edith, que siempre vivió a su sombra.  Johana salía con Víctor Cingolani, que tenía antecedentes por violencia de género y acoso. A la vista de todos, parecían una pareja normal. Habían viajado a conocer a la familia de él en Lincoln, provincia de Buenos Aires. Y a Puerto Deseado. Un día terminaron su relación, como terminan tantas otras.  Al poco tiempo, Johana empezó a salir con Marcos Díaz. Seis meses más tarde, ya compartían techo. También duró poco. Siete días después de convivir fueron a la fiesta de unos amigos. La pareja dejó el lugar a las 3 de la mañana.

Una hora después, bastaron dos balazos en el pecho para silenciar a Johana. Un vecino encontró el cuerpo en el cordón forestal. Estaba a pocos metros de un santuario de la Difunta Correa, de cara al suelo. A las pocas horas la policía detenía a Víctor Cingolani y a Marcos Díaz, que quedó en libertad por falta de pruebas. Díaz estuvo prófugo un par de meses después que el ADN de un cigarrillo lo situara en la escena del crimen. Finalmente bajó los brazos y se entregó a la justicia. Hoy espera detenido el juicio que el año próximo definirá si fue, como se especula, el autor material de los disparos. Cingolani está condenado por ser cómplice del crimen. En el pueblo, los rumores dicen que entre ambos había un pacto para asesinarla.

Marcelina Orellana, madre de las gemelas se opone al casamiento. “Edith no sólo se va a casar con el ex novio de su hermana, sino con su asesino”, dijo. Orellana no entiende porqué las pericias que pidió para anular el matrimonio pudieron dictar que ella era consciente de sus actos. “Hace una semana la vi con la hermana de  Cingolani, me siguieron con la camioneta como diez cuadras. Me tiró la camioneta encima, me dijo: Te voy a matar, vas a quedar lisita. Me echaba la camioneta encima y me hacía señas. Mi hija estaba sentada en el asiento del acompañante y miraba nomas, no hacía nada”, declaró al diario de Pico Truncado El Sur Hoy.

Orellana vive la relación de su hija como una traición inaceptable, como el rechazo a su propia sangre: “No sé qué decir de Edith. Hasta se me da por pensar que ella fue cómplice del homicidio de su hermana. Es raro sino. ¿Por qué está con la familia del asesino en vez de estar de nuestro lado tratando de descubrir quién fue el asesino de su hermana?”.

Y vivieron felices para siempre. Víctor Cingolani dice estar ansioso como cualquier otro novio por el casamiento. La ceremonia será por civil. Víctor calcula que va a recibir unos 25 invitados ente sus amigos de toda la vida, su familia y sus sobrinos. Espera que después haya un brindis. Pero él aclara que sólo con agua, que hace dos años y monedas que no toma alcohol. “Como corresponde”, dice, “y como se me exige por mi condición de preso”.

“A mi me hubiese gustado que mi boda fuera en paz. Yo no quiero quilombo. Entiendo la situación que vive su familia. Pero ellos tienen que entenderme que lo que hago, lo hago por amor”, dice Cingolani, parsimonioso. También cuenta que acaba de cortar con una radio de Comodoro Rivadavia. Que lo felicitaron los locutores y la audiencia por su tranquilidad. Está tranquilo, explica, “porque soy inocente. Yo sé que la sociedad está revolucionada con que me case con Edith. Pero ¿Cómo no voy a estar tranquilo? Si yo soy inocente, y lo voy a repetir todas las veces que sean necesarias”.

Cingolani apeló la decisión de la justicia. Que espera la respuesta en prisión. Dice que piensa “ir hasta la Corte Suprema de Justicia si es necesario”. Además dice que con Edith no hablan de Johana. “Esos son temas que no se tocan. Ella conoce mi historia de amor con su hermana porque yo se la conté”.

-Usted, de su boca, le contó con lujo de detalles su relación con su hermana. ¿Y ella lo aceptó sin problemas?

-Lo hemos hablado varias veces pero ahora es un tema que tratamos de evitar. Nos pusimos mal por lo que les pasó, porque es una persona querida que ya no está entre nosotros. Murió porque Marcos Díaz no soportó los celos. Él es el verdadero responsable.

Víctor habla pausado. Pero cada tanto le gana la ansiedad y se acelera. Cuando habla de los anillos de boda, por ejemplo. Víctor dice que ahorró un año de su salario de carpintero, el oficio con el que se gana la vida en el penal. Que con eso compro las alianzas. No quiere decir cuánto le salieron. Pero “sólo te voy a decir que son dos brutos anillos de oro. Esta boda es para siempre y las alianzas simbolizan esa unión. Nuestro sueño era que Edith se case de blanco. Como no vamos a poder, mínimo tenía que comprarle los anillos que ella se merece. Era lo mínimo que podía hacer”.