oncePor Cosecha Roja. –

Eran las 4:30 de la mañana y Leonardo Ariel Andrada, el maquinista que declaró como testigo en la causa por el choque del tren en Once, esperaba el colectivo en la esquina de José María Paz y Malabia, Ituzaingó, Buenos Aires. Andrada era un hombre de rutinas estrictas y como todos los días en esa esquina empezaba su camino hacia su trabajo en Castelar. No alcanzó a quedar  registrado en las cámaras de seguridad. No hubo testigos presenciales. Leonardo apareció muerto en la parada con cuatro disparos en la espalda. Tenía una sevillana en la mano. No le habían robado ni la plata ni ninguno de los otros elementos personales. Los asesinos solo se llevaron el teléfono celular de la víctima.

Tras un llamado anónimo al 911 un patrullero de la Comisaría 1ra encontró el cuerpo apoyado contra una columna. Según la policía, los familiares del maquinista dijeron que solía llevar el cortaplumas como arma de defensa personal.

El asesinato de Andrada disparó múltiples interpretaciones. Las sospechas de que se trataba de algo más que un robo aumentaron después que sus familiares denunciaran que mientras velaban al maquinista robaron su domicilio en Ituzaingó. Apenas pasadas las doce de la noche del viernes, un familiar y otra persona más volvían del velatorio. Llegaron a Esmeralda al 800, donde está la casa que Andrada compartía con su familia, y se encontraron con que habían tirado abajo la puerta de entrada. Dentro había dos desconocidos que amenazaron a los familiares y escaparon corriendo. Las dos habitaciones estaban patas para arriba. A las pocas cuadras los dos sospechosos se toparon con un móvil policial pero pudieron escapar.

Según publicó Tiempo Argentino, fuentes judiciales informaron que los familiares habían puesto un cartel en la puerta de la casa donde anunciaban el lugar y la hora del velorio, lo que habría facilitado el robo. Esa, al menos, es una de las dos hipótesis. La segunda apunta a una simulación de robo para ocultar algún dato vinculado al homicidio.

“Es tremendo lo que les está pasando, como si no les alcanzara con la muerte, ahora esto. Es incomprensible tanta saña”, dijo a Tiempo Argentino Paolo Menghini, padre de Lucas, fallecido en la tragedia del 22 de febrero de 2012. Agregó que espera que se investigue el caso y se encuentre a los responsables, pero fue cauto sobre las especulaciones: “No hacemos ninguna vinculación que la justicia no haga”.

La madre de Lucas, María Lujan Rey, también se solidarizo con los familiares de Andrada y pidió cautela con “no vincular lo que puede ser un hecho de inseguridad con la condición de testigo”. Además agregó que Andrada no era un testigo clave y que la declaración del 29 de febrero ya está incorporada en la causa.  Para Romina Báez y Viviana Sofía Garbuio, también familiares de víctimas de la tragedia de Once, las cosas no son tan claras y la forma en que fue atacado el maquinista les hace suponer que “hay un vínculo entre el asesinato y el juicio”.

Omar Maturano, jefe del gremio de maquinistas de trenes La Fraternidad, dijo que mañana le pedirán al juez federal Claudio Bonadío custodia policial para todos los testigos de la tragedia de Once. “Tenemos que ser cautos pero también precavidos” dijo, y  agregó que Andrada no había recibido amenazas anteriores, por lo que considera que sería “un asalto al boleo”.

Para Maturano, la hipótesis de que Andrada fue asesinado para acallar a un testigo clave de la causa de Once no tiene asidero porque “hay muchos compañeros como testigos, no solamente del Sarmiento sino de otros ferrocarriles, para decir cómo es la aplicación de frenos y contar cómo están los ferrocarriles en otras líneas”.

La autopsia, realizada por la Policía Científica de La Plata, confirma que el arma que utilizaron era un revólver de bajo calibre. El caso quedó a cargo de la Ficalía Descentralizada (UFI) Nº 1 de Ituzaingó, cuya titular es Gabriela Millán. El hecho fue caratulado como “homicidio” después de que  en un primer momento la causa quedara establecida como “homicidio en ocasión de robo”.

Andrada paró el tren chapa 16 en la estación Castelar a las 7:20 de la mañana del 22 de febrero de 2012. Ahí cambió su lugar con Marcos Córdoba, el maquinista que lo reemplazó en el tren que se dirigía a Once.

Leonardo Andrada declaró en dos oportunidades en el sumario que instruyó el juez Bonadío. Su testimonio ocupó seis páginas de un voluminoso expediente. Parte de la declaración fue tomada por el juez para fundar las responsabilidades de los propietarios de la empresa TBA y de los funcionarios encargados del control del estado de mantenimiento de los trenes. “Tenía una aplicación lenta del servicio de freno”, afirmó Andrada. “Fue una situación a la que debíamos adaptarnos porque no resultaba excepcional”. Sus palabras seguirán pesando en la página 894 del expediente.