Absolución para Luz: le quieren dar perpetua por trans y pobre

Tiene 23 años y una causa armada. Con pruebas arbitrarias, está cumpliendo una prisión preventiva acusada de maniatar a un hombre y privarlo de la libertad. Quieren condenarla a cadena perpetua, lo que para una persona trans podría significar la muerte en la cárcel.

Absolución para Luz: le quieren dar perpetua por trans y pobre

Por Matias Máximo
25/11/2019

Fotos: Pili Cabrera

La acusan de intento de homicidio triplemente agravado, de privación ilegítima de la libertad y de ser la cabeza de una banda. El sentido común de alguien que la vea y la escuche diría lo contrario: Luz tiene 23 años, es menudita, no llega al 1.70, no ve de un ojo y del otro casi nada. La causa que la tiene como protagonista es la típica historia de una perejil de la Justicia: las pruebas en su contra son arbitrarias y nadie pensaría que maniató a un hombre o que obligó a otros dos a robar. Es una joven trans, en situación de prostitución y pobre, algo que parece suficiente para condenarla y cerrar todas las otras líneas de investigación. 

El 19 de agosto de 2018 Luz estaba haciendo parada en la zona de Godoy Cruz, en Palermo, cuando la rodearon y la subieron a una camioneta de la Policía Federal. Eran las dos de la mañana y le ordenaron que se quedara tranqui. 

-Si buscan drogas no se gasten -dijo mientras le revisaban la cartera.

-¿Cuánto me cobras un servicio a domicilio? -le tiró uno de los policías

-Viejo y panzón, paso.

-¿Y si te decimos que tenemos un video tuyo?

-¿Qué video?

-Uno entrando a un departamento de Güemes, ¿te suena?

-¿Si yo supiese les parece que estaría acá como si nada, trabajando en la calle?

-Desde ahora quedás detenida. Estás denunciada por intento de homicidio.

Le llevó muchas horas entender de qué la estaban acusando. El video que el fiscal de instrucción Andrés Madrea  consideró suficiente para acusarla la muestra entrando a un edificio el 23 de junio de 2018 junto a dos hombres. Ella cuenta que esa noche la habían contratado en la calle para un servicio oral que cumplió en el departamento (la fiscalía también pone como prueba la saliva encontrada en el preservativo que usó), y que después de hacerlo volvió a pararse en la misma esquina. No tenía idea de que en un cuarto del mismo lugar había un hombre con las manos atadas y un calzoncillo en la boca haciendo de mordaza. Este hombre, de unos 50 y pico, era conocido en el barrio por tener relaciones ocasionales con otros hombres. Los que habían contratado a Luz habían entrado al edificio un rato antes, solos, y es probable que no haya sido la primera vez, porque la cámara muestra que después de hablar al portero eléctrico les abrieron sin bajar.

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El hombre que vivía en este departamento sigue vivo de milagro: pasaron tres días hasta que una de sus hermanas fue a visitarlo y lo encontró en un estado comatoso: seguía atado y estaba inconsciente. A pesar de haber escuchado los golpes de ataque, los vecinos linderos no intervinieron ni entonces ni después.  

Luego de ocho meses encerrada en Ezeiza, Luz consiguió en mayo de este año que le dieran la prisión domiciliaria. El beneficio de esperar el juicio en libertad lo debiera haber tenido mucho antes, ya que el inciso C del artículo 32 de la ley 24.660 ampara a las personas que presentan una discapacidad. Además, el relator contra la tortura de la ONU recomendó a la Argentina que las personas trans no estén detenidas en establecimientos penitenciarios.    

-Vengo de una familia de 7 hermanos que me aceptaron desde que empezó mi camino de identidad, a los 13 años. En ese momento tuve que salir a trabajar con mi cuerpo a la calle y un cliente no me quiso pagar y me golpeó y me golpeó en los ojos. Así empezó mi dificultad para la visión, ya que a uno la perdí y a la visión del otro recién la mejoré a los 20 cuando me operaron. 

Luz llegó desde su Salta natal a Buenos Aires a fines de 2017 y a los meses se sumó a la comunidad del Gondolín, la asociación de derechos humanos que desde hace 21 años funciona como refugio y cooperativa de travestis y trans en Villa Crespo. Primero en Encarnación y después en Salta capital dice que vivió una violencia permanente. Por eso decidió a viajar a Buenos Aires:

-Mi sueño era operarme acá, juntar plata y construirle una casa a mi mamá. Ya me había cansado de la prostitución en Salta, porque los policías allá te tiran con agua, te agarran a los palazos, de todo te hacen. Me cansé y me vine para estudiar y progresar. 

Al poco tiempo de instalarse en el Gondolín empezó a estudiar en Mocha Celis, el bachillerato popular al que no puede seguir yendo a partir de que le hicieron la causa. Tiene una tobillera en el pie y no puede salir ni a la esquina. Su vida quedó en suspenso.

-Me encantaba ir a estudiar y mi materia preferida es Lengua. Después de completar el secundario quisiera seguir Psicología, porque veo muchas amigas, mucha gente cercana que se deprime y me gustaría ayudar. Gracias a las chicas yo estoy acá, sobreviviendo.

Lucía Fuster, una de sus profesoras en Mocha Celis, dice que como estudiante tiene un perfil muy bajo y que incluso tardaron bastante en darse cuenta de que casi no ve. “En la materia que estoy yo, que se llama Proyecto Formativo Ocupacional, trabajamos mucho en grupos. En el momento en que pasábamos los materiales para leer ella siempre estaba pidiendo que alguna compañera le leyera. El día previo a la detención había estado en la clase lo más común y corriente, hablando de la falta al derecho del trabajo. Eso me parece muy simbólico”, dice Fuster, que forma parte la “Comisión Justicia Para Luz”. Andrea Alcalde, otra de sus docentes, coincide en que Luz era una alumna tímida y aplicada: “Su problema de visión le impedía ver letras con tamaño chiquito, así que a veces se sentaba bien adelante pero sin llamar la atención, pero siempre tratando de guardar un bajo perfil para no exponerse”.

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El equipo de defensa de Luz, integrado por Luciana Sánchez, Lara Bertolini y Natalia D´Alessandro, espera que el 20 de febrero, cuando llegue la instancia de juicio, la sentencia sea una absolución: “Entendemos que es necesario que se valore la profunda situación de vulnerabilidad en que se encontraba Luz durante el hecho, no creemos que sea posible sostener en el juicio que en esta escena Luz es agresora y no víctima de los dos hombres que previamente habían agredido a quien vivía en el departamento. Si Luz es castigada por este crimen, nadie obtendrá justicia”.  

El fiscal “le tiro el Código Penal encima”, como se dice en la jerga judicial, y quiere condenar a Luz a perpetua. La comunidad travesti y trans tiene un promedio de vida de 35 y la cuenta es simple: para ella la perpetua significa una muerte en el encierro.

Matias Máximo