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La pelota va y viene. La mirada de Higui también. Las pilas de ropa se amontonan en los extremos y hacen de arcos. Enfrente del potrero improvisado está el Congreso de la Nación. ¡Gol! Higui se entusiasma con el resultado, pero ahora descansa porque el partido se juega a todo o nada. El sol cae y las bandas suenan en el Festival de Primavera que pide su absolución.

No es casual que haya picadito en un festival que la tiene como protagonista. “El fútbol es un cable a tierra para mi. Desde chiquita que juego, desde que tengo noción”, le dice a Cosecha Roja. “Empecé a jugar en un club del barrio, en el Esperanza, a los 12 años, y todavía tengo amigas de esa época. Eugenia, Vero… jugábamos juntas de chicas y todavía jugamos. Me gusta jugar en todas las posiciones, soy un comodín”, detalla.

Ahora está sentada en una de las paradas de colectivo frente al Congreso. Está contenta. “Estoy feliz acá, ¡qué más quisiera yo! Estar siempre así… pero bueno, a veces hay gente que no tiene corazón, se la agarra con la gente pobre. Siempre lo mismo”, dice.

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El 16 de octubre de 2016 Higui visitaba a una amiga en el barrio Las Lomas de Mariló por el Día de la Madre. Cuando se iba para su casa, Cristian Rubén Espósito se le fue encima a trompadas. “Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”. Higui sintió que varios hombres la atacaban, le daban patadas en el piso y le desgarraban el pantalón. En el medio de los golpes, agarró como pudo la navaja que llevaba para protegerse de los ataques habituales y se defendió. El resto es historia, que ya quedó tatuada en las luchas y reivindicaciones del movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y transexuales. Una campaña intensa en las redes sociales, en las calles y en los pasillos judiciales logró su liberación después de 8 meses.

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“Yo antes no entendía nada, siempre era lo que querían los demás. Siempre fui muy creyente y me confundía mucho la Biblia. Viste que la Biblia siempre dice hombre/mujer. Me confundía mucho eso. Mi cuerpo hacía cosas que mi corazón y mis pensamientos no querían. Y bueno, en eso estaba. Nunca era yo”, dice.  

Higui ahora está bien. Se siente completa. “Soy cien por ciento yo gracias a las pibas que me ayudaron, que hicieron todo para que yo saliera, a les pibes que hicieron tanto para visibilizar mi caso. Gracias a Carolina Abregu que fue la primera”. Higui se emociona cuando habla de las pibas. Y a las pibas les pasa igual. Lula pertenece a Hacemos Futuro, un programa para cooperativistas en el que Higui participa. Dice que ella es “una piba recontra sensible, muy inclusiva. Siempre está arengando, bien arriba, aunque tiene días en los que no tanto. Es muy participativa en las clases, siempre con su mirada y su perspectiva marcada por lo que ella vivió. Le pone mucha fuerza y eso se lo transmite a sus compañeras del programa constantemente. Siempre arenga sobre la importancia de estar juntas y con fuerzas, es una piba que arenga siempre a ir a las clases, a participar.”

De los ocho meses que estuvo presa Higui recuerda el encierro, el no poder hacer nada. “Porque yo estaba acostumbrada a los golpes, como la mujer golpeada que se acostumbra a los golpes. Te acostumbrás. Pero al encierro no, el encierro me hizo re mal”.

Pero también recuerda el amor que le llegaba desde afuera. “Yo no podía creer todo lo que hacían afuera por mi. Cómo se juntaban las pibas, cómo me mandaban cartas. Me mandaban aire para mi encierro”, dice. En las paredes de su habitación tiene pegadas las cartas y fotos. La hacen sentir acompañada.

Higui se acomoda la campera y encara para el picadito. Cruza unos pelotazos. ¡Gol! Desde el escenario suena la música y se arma el baile. Higui tira unos pasos y se pierde en la multitud.

El Juicio

“Estoy nerviosa por el año que viene”, dice Higui. Es que el 23 de abril empezará el juicio oral y público.

“El testimonio central es el de ella, que en todo el proceso desde su detención no fue oído. Higui actuó en defensa propia, por eso vamos a pedir la absolución”, dice a Cosecha Roja Gabriela Conder, defensora de Higui.

Say Sacayán  forma parte de la Campaña por la Absolución de Higui. Cree que es necesario  “visibilizar las identidades disidentes que se enfrentan a la justicia machista y patriarcal todos los días y que por ser pobres reciben un trato peor”. “Nadie tuvo en cuenta las condiciones en las que llegó Higui cuando fue atacada. Nadie la escuchó ni se pregunto porque llegó en esas condiciones, la justicia no tuvo en cuenta los ataques que ella vivía”, detalla.

Hermano de Diana Sacayán y activista de MAL (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación), Say opina que el pedido de absolución de Higui es una acto de resistencia frente a las violencias que viven las identidades disidentes “que suelen ser atacadas como lo fue Higui por ser lesbiana, pobre y del conurbano”.