Joaquin paseaba a su perro Wakfu el viernes por las calles de tierra y zanjas de Berisso. El adolescente de 16 años caminaba unos metros más adelante cuando llegó a la calle 26 y cruzó a la otra esquina. Escuchó el ruido de un motor y vio que dentro de un patrullero de la Bonaerense, un policía miraba la pantalla de su celular. Joaquín no alcanzó a gritarle a su can: cuando el auto giró, lo atropelló. El perro quedó tirado en la calle. El agente se bajó del vehículo, sacó el arma reglamentaria y le disparó en la cabeza a Wakfu.

– Para que no sufra, le dijo el agente al chico.

Joaquín no pudo responderle. Se quedó paralizado junto al cachorro que tenía hacía un año. El policía no dijo nada más, volvió al patrullero y se fue. El adolescente regresó a su casa impactado.

Dos días después, se lo contó a su abuela Liliana Costas, que lo difundió en las redes sociales. “Así como mataron al perro matan a los jóvenes”, contó a Cosecha Roja Costas. Y agregó: “Por eso la gente tiene miedo de hacer las denuncias”. Joaquín y su familia no registraron lo que les pasó en la Justicia. Ni siquiera alcanzaron a sacarle una foto a Wakfu antes de morir.