2001: la crisis en la piel

Crecimos con el fantasma de 2001. Lo invocamos cada vez que la economía cae, sube el dólar y pega el hambre. Aparece cuando los gobiernos reprimen y matan, cuando cierran los comercios o con la sola llegada de diciembre. El 2001 como el cuco de la catástrofe. Nos gusta pensar que ese fantasma es en realidad un fuego. La llama de los movimientos sociales, los feminismos populares, los cuidados colectivos, la comunicación contrahegemónica, las marchas, la calle que nunca va a dejar de ser nuestra. El 2001 como el fuego que arrasa, que viene a quemarnos y a quemar todo, que pone en crisis las representaciones y construye identidades, que arde en el cuerpo y en la memoria. Un fuego que nos marca el camino, nos genera preguntas, nos envuelve en revueltas, ollas populares, asambleas y luchas de antes y de ahora.

El fuego que no se apaga.