Por Laureano Barrera y Ángeles Alemandi – CR.-

Cuando cumplió los 16, el padre le regaló Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Lolita Bosch dice que es el libro que más la marcó. Descubrió que lo suyo era la literatura. Tal vez por eso dejó España en 1993 y partió a México a estudiar en una escuela de escritores. Ya nunca se fue del país. O sí. El cuerpo va y viene entre el DF y Barcelona. Pero ella se siente más de este lado del mapa.

– Lo mío, lo mío es América.

Hace más un año atrás Lolita abrió un blog: Nuestra Aparente Rendición. Pensó que sería un portal literario. Está convencida de que la literatura puede colarse al interior del mundo por sus intersticios. Creyó que una escritura así de lo que ocurría en México permitiría entenderlo en conjunto y pensar en comunidad. Con más de 30 novelas publicadas, hoy es la editora de este portal. Un espacio que abre un camino hacia la paz.

En abril de 2010, cuando presentó a NAR en Buenos Aires en el Centro Cultural Rojas de la UBA habló de la guerra contra el crimen organizado que impulsaba el presidente Felipe Calderón. Una guerra que no existe.

– Es una pantomima. México está hoy en manos del narcotráfico, sí. Pero también, y más que nunca, en manos de unas autoridades desalmadas, represoras y prepotentes que han orillado a la ciudadanía a repetir aquel mantra -que cada día que pasa va perdiendo la fuerza-: si no hago nada, no me sucederá nada. Aunque hoy sepamos, porque lo hemos aprendido brutalmente, que eso no es cierto. Que hoy en México no hay ninguna otra razón para morir que el hecho de estar vivo: estar en un lugar que llamamos lugar equivocado, tener una amistad a la que llamamos amistad equivocada, o cometer un acto de valentía al que llamamos imprudencia.

Esa tarde de otoño Lolita contó del hartazgo que la había movilizado. De que los mexicanos no eran sólo una noticia en el periódico, ni  la imagen de una mujer pelirroja colgando de un puente de Tijuana, ni los cuerpos desmembrados con los que se los identifican, ni las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez o los migrantes secuestrados.

– No somos sólo eso – dijo-. Sino que somos hombres y mujeres indignados, asustados y todavía perplejos.

Hombres y mujeres convencidos también de que se podía hacer algo. El blog creció tanto que se convirtió en sitio web. De agosto de 2010 a hoy más de 190 mil personas lo visitaron. La cifra llega a casi medio millón de internautas, entre todos los proyectos que gestionan. Se sostiene gracias al trabajo permanente de 20 voluntarios. Otros 60 han cargado la tarea de contar los muertos por la violencia en México. Y reciben cientos de colaboraciones.

NAR estableció alianzas con otras instituciones por la paz: desde universidades hasta proyectos específicos a favor de los migrantes, de las víctimas del feminicidio, de la pederastia. Y acaba de publicar el libro Nuestra Aparente Rendición que es una excusa para conseguir fondos y becas para los huérfanos de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.


– ¿Cómo es plasmar un compromiso en la web en un país donde el asesinato de periodistas está a la orden del día? ¿Se trabaja con miedo?

– Sí y no. Miedo a no alcanzar a hacer todo el trabajo pendiente, que es muchísimo. Nosotros estamos muy convencidos de lo que estamos haciendo pero hay gente que tiene miedo por nosotros. De todos modos con lo que sí se trabaja es con una tristeza inmensa. Es muy duro ver de cerca cómo están haciendo pedazos el país, cómo están silenciando a la gente, cómo nos están acorralando y cómo tanta gente sigue sin hacer nada. Contamos, sobre todo con los activistas, los voluntarios y los reporteros, y nos abrigamos mucho los unos a los otros. Miedo por nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros colegas: sí. Pero todos hemos visto la violencia muy cerca y sabemos que ésta es la manera de enfrentarla. Además, sería terrible que nos silenciaran del todo. En el portal hay muchos contadores, por ejemplo, que usan un seudónimo. E incluso textos que publicamos de manera anónima. El otro día leía una frase de John Berger que decía que los miedos pequeños te hacen cobarde y los miedos grandes te hacen valiente. Creo que México está en el abismo constante de este miedo inmenso. No sólo a la muerte, con la que por otro lado tenemos una relación distinta a otros ciudadanos del mundo, sino, a la tortura. Es complicado. Aunque la certeza de que hay que hacer algo pasa por encima de todo lo demás.

– ¿Cuál es la principal virtud de NAR?
– La pluralidad y el rigor de todos los participantes. No hay cabezas visibles. Somos muchos: hoy, 20 voluntarios permanentes. Y nos encaminamos a convertirnos en una plataforma por la paz. Así que su principal virtud ha sido constatar que podemos dialogar los unos con los otros y darnos cuenta que la educación es el único camino. Hay que entender lo que vivimos desde muchos ángulos distintos, desde diversas disciplinas, diversos sectores de la sociedad, experiencias de otros. Todo esto tratamos de reunirlo en el portal y ahí vamos.

– ¿Y el talón de Aquiles?
– La tristeza. Cuesta muchísimo ser consciente de lo está pasando. Es realmente muy doloroso y desesperante. Nos acostamos cada noche pensando que no basta. Estamos íntimamente preocupados, nos sentimos a menudo impotentes y silenciados en el panorama internacional. Pasamos muchas horas haciendo algo que nos duele y esforzándonos por no hacer periodismo ni algo meramente coyuntural. A veces no nos sale.

– El registro de muertos que realizan desde el sitio es impresionante. ¿Es tan grande la desidia estatal que la devolución de las historias debe hacerse desde el tercer sector?
– México es terriblemente corrupto e hijo de una dictadura impune que ha gobernado el país durante 71 años. Sí: es tan grande la desidia estatal. Es terrorífico. En este y en muchísimos otros sentidos. El único conteo diario de muertos a nivel nacional se está haciendo desde Menos Días Aquí. Empezamos el 12 de septiembre de 2010 y hasta la fecha, y con la ayuda de una voluntaria de NAR que coordina y más de 60 voluntarios que han contado semanalmente, hemos alcanzado la tristísima cifra de 19608 muertes por violencia. Necesitamos recursos urgentes para sistematizar todos estos muertos olvidados y algún día esperamos convertirlos en el estandarte de una comisión de la verdad.

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